lunes, 26 de enero de 2009

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La acción se desarrolla en la escalera de salida del metro U.L.A. Hay un hombre sentado en la escalera pidiendo plata y una joven sube por la misma escalera.

Hombre: (Extiende su mano como para recibir algo). Una moneda?
Joven: (Pasa caminando por su lado como si no oyera ni viera).
Hombre: Ojalá le vaya bien, hija.

viernes, 24 de octubre de 2008

A diario.

Es estúpido cómo centenares de seres bípedos hacen lo mismo. Habitan por las noches en cuadrados con triángulos en la parte superior. En las mañanas salen y se desplazan a hacer una enorme fila, uno detrás de otro. Cuando llega un reactángulo que se trasalda de un lugar a otro sobre cuatro círculos y se de tiene frente a los seres bípedos, se abre de par en par un rectángulo más pequeño en uno de los bordes del rectángulo grande, y estos seres, ridícula y humillantemente, comienzan a ser tragados, siguiendo siempre esa tonta fila. Una vez arriba todos estos seres, el rectángulo pequeño trata de cerrarse, aunque a veces es imposible, y comieza a moverse siempre hacia adelante, y todos los seres ridículamente posicionados en el interior se mueven al ritmo del gran rectángulo. A medida que avanza se va deteniendo en distintas partes, para vomitar a algunos seres bípedos y tragar a otros. Los seres se van saliendo del gran rectángulo en distintas partes, pero una vez fuera, todos hacen lo mismo. Caminan. Caminan encerrados en sus cabezas, como si fueran ellos los únicos seres vivientes y les da lo mismo todo lo que pase por su lado. Cuando caminan son ciegos, son sordos, son fríos, son amargados, son desatentos...y así pasan el día, y en la noche ya están todos arruinados sin ánimos de nada.
A cierta hora vuelven a hacer esas tontas filas para nuevamente ser tragados y vomitados donde mismo se los tragó el rectángulo grande la primera vez. Cuando salen, caminan hacia sus cuadrados triangulares, ingresan, se duermen y vuelven a lo mismo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Yo miraba por la ventana.

Se sentó a mi lado sin saber que yo era una especie de observadora compulsiva, tal vez con algo de psicópata... de esas personas que son capaces de inventar la vida entera de otra con sólo ver su rostro, pero yo nunca vi el suyo.
Yo hacía dos cosas a la vez. Miraba por la ventana y, al mismo tiempo, ponía atención a cada uno de sus sutiles movimientos.
Pude ver que sus manos, ya algo arrugadas, sacaban minuciosamente del bolsillo de su chaqueta dos tarjetas de presentación, de dos personas diferentes.
Las leyó, las miró un largo rato y luego sacó del bolso negro que llevaba sobre las piernas, una especie de álbum, pero, en vez de tener compartimientos del tamaño de una foto, tenía unos del porte de una tarjeta bancaria o un carné de indentidad. Pero él no guardaba nada de eso, si no que en su álbum tenía tarjetas de presentación. No eran cinco, ni diez, eran cientos. Páginas y páginas, por ambos lados. Había a lo menos 24 tajetas por cada lado.
Entonces me pregunté por qué tendría esa extraña afición por las tarjetas de presentación. Tal vez nunca estuvo conforme con su propia identidad [o no logró descubrirla] y necesitaba sentirse rodeado de identidades ajenas o, tal vez, tenía alguna carencia física o psicológica o espiritual o de lo que sea, pero seguramente era dolorosa y lo llevó a ocupar su mente en otra cosa, en una cosa tan rara como coleccionar los nombres de personas que tal vez le hablaron una vez en su vida.
Pero nunca vi su rostro, yo iba mirando por la ventana.

sábado, 5 de julio de 2008

Curioso.

Estaba a punto de dormirme cuando un fuerte ruido me hizo perder el sueño. Me senté en la cama y no veía absolutamente nada, así que a tientas empecé a buscar el interruptor de la luz. Lo encontré y la encendí, todo era calma, todo seguía igual, así que volví a costarme y tratar de dormir. Pero fue inútil. Algo había afuera, algo que reflejaba la luz de un lejano poste y la dirigía justo a mi cara. Esta vez no encendí la luz, sólo me levanté y me asomé por la ventana. Pude ver que había algo grande en el patio de mi casa, era como de metal y muy brillante. Sin darle importancia volví a acostarme, pero la curiosidad fue más fuerte. Otra vez me levanté y fui a ver qué era esa cosa tan grande.
Cuando salí al patio casi me congelé, hacía mucho frío y al tocar esa cosa, estaba tan helada que llegaba a quemar. Después de un rato de dar vueltas mirando ese gran objeto, descubrí que tenía una puerta, y como soy tan curioso, la abrí.
Grande fue mi sorpresa cuando de la puerta salió un resplandor cegador y un agradable calor. Entré. Ví que tenía un cómodo asiento, pantallas por todas partes y muchos botones, tantos que, sin poder controlarlo, mi dedo apretó uno de ellos.No sé qué pasó, pero esta máquina comenzó a girar muy, muy rápido, pero por pocos segundos, y cuando paró quedé muy mareado y seguía dando vueltas hasta que, con un fuerte golpe, caí al suelo. La máquina, que para mi se seguía moviendo, por fin se había detenido.
Salí y pude ver que seguía en el patio de mi casa, pero algo había cambiado en ella, al pasto estaba seco, la pintura se había caído en algunas partes, parecía que mucho tiempo hubiera pasado sobre ella, y eso era, porque después ví a unas personas y me di cuenta que eran mis padres, sus cabellos estaban blancos y su piel caía por sus cuerpos llena de arrugas.
Una gran nostalgia me invadió al saber que mi maldita curiosidad me había llevado a pasar de largo una gran parte de mi vida, pero no importó, porque gracias a esta curiosidad pude darme cuenta que era posible viajar en el tiempo gracias a la máquina que había caído en el patio de mi casa.
Entusiasmado por esta situación, quise entrar a la casa para ver si había cambiado algo más o estaba igual que en el pasado, bueno, en mi época.
Al entrar noté que todo, todo, todo había cambiado… y mucho. Las cosas ahora funcionaban con sólo apretar un botón. Todo estaba silencioso, de pronto me llevé un tremendo susto cuando ví que detrás de mí había un robot, medía cerca de dos metros, era de un material bien extraño, medio rojizo y con algo de verde, en el lugar de los ojos tenía un rectángulo negro como una pantalla, y, en vez de pies, tenía unas ruedas como máquina aplanadora. De nuevo estaban ahí esas personas, vestidas de una forma muy rara, con muchos colores metálicos y de zapatos usaban unas cosas como patines, pero más modernos, obvio. Me escondí para que no me fueran a ver. Hubo un momento en que se acercaron mucho y aún así no me vieron, pero yo sí que los ví muy bien a ellos. Me di cuenta que no eran mis padres, ¡era yo!, me había casado y ahora estaba junto a mi esposa viviendo mis momentos de anciano.
Fue terrible verme así, y de la pura impresión, sin darme cuenta, dejé escapar un leve grito, lo que hizo que mi yo del futuro y su esposa guardaran silencio. El robot, que estaba haciendo el aseo, se quedó quieto, giró su cabeza y logró verme, pero no sé cómo, a lo mejor tenía ojos ultra poderosos para ver a través de las cosas. Se dirigió hacia mi, me tomó de un pie (creo que mi yo futurista y su esposa no me vieron) y me llevó al patio. Yo iba colgando al revés pero igual me daba cuenta de lo que había a mi alrededor, y en cuanto salimos, miré hacia todos lados y por suerte la máquina del tiempo seguía ahí. De repente aterricé con la cabeza n el suelo, el robot entró a la casa y yo, rápidamente, corrí a la máquina, entré, cerré la puerta y me ví en un gran problema. Había logrado viajar al futuro a causa de mi curiosidad y ahora no sabía cómo volver al tiempo normal de mi verdadera vida. Me relajé y me dejé guiar por la intuición, apreté un botón, la máquina comenzó a girar, esta vez me afirmé para no caer. Cuando se detuvo, abrí la puerta y salí, noté que los autos, el paisaje, las personas, todo era igual a como lo había visto en películas antiguas. Había viajado al pasado.